Comenzar una transformación de oficina es como preparar un viaje. No basta con tener un destino o un mapa, sino que es necesaria una brújula, una estrategia y un camino claro que seguir.
La pregunta “¿Hacia dónde queremos ir?”, se convierte en una oportunidad única en los momentos de regreso a la oficina, como puede ser el final del verano, donde el reto no es solamente “volver”, sino conseguir que el espacio de trabajo que se habita motive, conecte y ponga al usuario en el centro del proyecto, para conseguir que su bienestar sea parte de su día a día.
Este es el verdadero sentido de la Workplace Strategy: un recorrido planificado que, junto a las mentes y manos correctas y mediante una estrategia clara y un buen diseño de oficina, convierte el espacio de trabajo en una herramienta de fidelización de talento y de bienestar del empleado.
Te invitamos a recorrer, paso a paso, las etapas de este viaje junto a la brújula de la Workplace Strategy.
El punto de partida: conocer el mapa y escuchar el terreno.
Antes de comenzar el proyecto, debemos conocer el suelo que pisamos y escuchar las ideas, deseos y objetivos que tenemos en este viaje.
La Workplace Strategy comienza con un diagnóstico inicial, que nos permite entender cómo trabajan las personas y qué esperan tras la transformación de oficinas. Entrevistas, talleres, encuestas, moodboards… Estas herramientas revelan hábitos, rutinas, aspiraciones y cómo la cultura corporativa afecta, en beneficio o detrimento, en el día a día del trabajador. La observación y la escucha son primordiales, revisando los procesos para saber qué dirección debemos tomar. Sin escucha, el viaje arranca sin rumbo.
Trazar la ruta: definir objetivos estratégicos.
Con el mapa del terreno en la mano, es momento de fijar el rumbo a seguir y los retos a superar. Se establecen los objetivos de la Workplace Strategy, siempre alineados con la estrategia global de la compañía y con el bienestar de sus empleados.
Es necesario definir los objetivos, como, por ejemplo, mejorar la eficiencia, reforzar la colaboración, abogar por la innovación, transmitir la cultura corporativa y los valores, optimizar recursos, conseguir flexibilidad…
En esta fase, la clave es priorizar: cada espacio y cada empresa tienen un destino diferente, y ni el rumbo ni el ritmo son iguales para todas ellas. La clave ante la transformación de oficinas es contar con una hoja de ruta propia que priorice el objetivo a conseguir.
Explorar el itinerario: diseñar el camino y pasar de concepto a proyecto.
Una vez conocido el terreno, detectado el objetivo y creado el concepto, pasamos a la fase más creativa de nuestro viaje: diseñar la oficina ideal para nuestro cliente.
En este punto, la estrategia se traduce en planos, acabados, materiales, tecnología… Un compendio de ideas que cobra forma y que aporta seguridad a la travesía, con las ideas claras desde el kilómetro cero.
Así, diseñar un proyecto de oficina consistirá en detectar las necesidades y trasladarlas al espacio mediante una zonificación inteligente, creando áreas de colaboración, de concentración y de trabajo que permitan obtener un espacio adaptable y modular, integrando tecnología y dando lugar a una identidad de marca potente, donde el espacio hablará de quiénes somos y hacia dónde vamos.
El cruce: trasladar de los planos a la realidad.
Todo viaje tiene un tramo decisivo, ese en el que las ideas se convierten en pasos firmes. Es la fase de la obra, el equipamiento y la carpintería a medida en el momento de transformar la oficina.
Mediante una coordinación coherente de la estrategia, el diseño y la ejecución bajo un único timón, sin olvidar la sostenibilidad y el bienestar del medio ambiente, esta fase y su planificación rigurosa será un trayecto seguro por el que seguir avanzando hacia el final del proceso. En este momento, se materializa la estrategia y el espacio de trabajo comienza a contar su propia historia.
Cruzar la meta: la llegada a destino.
Finalizar el proyecto no consiste en entregar las llaves, sino en garantizar un espacio que funcione y que evolucione con el equipo que lo habita en su trabajo diario.
Tras esto, comienza la verdadera prueba de fuego de la Workplace Strategy: un buen diseño de oficinas que comprenda las necesidades reales del espacio, que permita su evaluación, la colaboración, la comunicación y la evolución del equipo. En este momento, el espacio deja de ser estático para convertirse en un organismo vivo en constante adaptación.
Conclusión: El valor del viaje y por qué recorrerlo.
Invertir en Workplace Strategy es un movimiento estratégico: oficinas que se convierten en espacios que atraen y retienen talento, que optimizan recursos y que potencian la innovación y el bienestar.
Se trata de un viaje que, en realidad, nunca acaba. Una oficina bien diseñada no es un destino final, sino un camino que acompaña la evolución de la organización y de las personas que la conforman.
En la vuelta a la oficina tenemos una oportunidad única: repensar el espacio de trabajo como motor de cultura, productividad y atracción de talento. La Workplace Strategy es mucho más que un buen diseño de oficina, es la brújula que marca el rumbo y que genera experiencias orientadas a las personas.
Imágenes propias + Imágenes de Canva Pro.